Reyes Cabrera García-Doncel / Atín Aya Abaurre, de origen navarro, fotógrafo autodidacta, espectador distante y analítico, de carácter reservado y ajeno a los tópicos, testimonió, quizá de forma intuitiva, una realidad que desaparecía. En su trabajo no afronta problemáticas contemporáneas o prospecciones de futuro, sino que documenta un presente en rápido proceso de desaparición. La realidad de Andalucía, sus paisajes y sus gentes, será su preocupación e interés constante.
La Exposición ‘Paisanos’ estará en la Sala Villasís -ver mapa- hasta el 30 de enero de 2011. El horario de apertura de la sala es de martes a sábados de 11,00 a 13,30 horas y de 18,00 a 21,00. Domingos y festivos de 11,00 a 13,30 horas. Lunes cerrado.
Atín Aya capta las diferentes realidades y la variedad de esta Comunidad Autónoma: su doctrinario fotográfico, su ideario de temas, motivos y sujetos fotografiados, muestra una visión de Andalucía anterior a la modernización y el desarrollo. En su estilo documental, ha sido el blanco y el negro el lenguaje con el que más cómodo se encontró y con el que desarrolló el conjunto de su obra. Sabemos que realizó numerosos trabajos en color, pero su obra personal siempre la realizó en blanco y negro.
Trabajó dentro de una corriente neorrealista, mostrando otra Andalucía, más marginal, menos conocida y nada oficialista. Hay un interés por mostrar lo desconocido, por lo popular, por las formas de la pobreza digna, versión poco acorde con los dictámenes desarrollistas de la política económica del momento.
Sin lugar a dudas, el género del retrato ocupa un lugar destacado en su obra. Se suele decir que para ser un buen retratista hay que tener interés por el hombre, y es que no debemos olvidar un dato muy relevante en la vida del artista: su Licenciatura en Psicología, profesión que no llegó a ejercer, pero que será su compañera inconfesa, y dejará entrever en el interés por los rostros de sus paisanos y en el calado psicológico de sus retratos. Frente al sujeto subalterno, tan propio en la fotografía de reportaje humanista donde el individuo carece de identidad, tratado como un simple objeto, Atín Aya contemplará siempre la identidad del retratado, prevaleciendo el interés por la persona; lo humano como categoría ontológica más que por el humanismo como estética. Una de las experiencias más importantes en relación a los personajes retratados es la forma en que posan frontalmente ante la cámara: con seriedad, hieratismo y franqueza, y una cierta solemnidad ascética, en su entrega y voluntad de comunicación, donde no hay idealización ni saturación emocional, sino una dignificación de la persona.
El documentalista casi artesano, evidenciando en su actitud lo innecesario de falsos debates, sin ambages ni pretensiones, si no el lujo de saber prescindir de lo prescindible.
La obra de Aya, por la alta factura técnica así como por la profundidad de su tratamiento, propicia en el espectador una experiencia tanto visual como intelectual. Tras la riqueza de detalles, la definición precisa, la elaborada composición de las imágenes, subyace una trama argumentativa.
Al final de nuestro recorrido por la exposición, podríamos trazar en nuestra mente la hipótesis de que la obra de Atín es un homenaje a aquellos modos de vida extremos, diferentes, no normalizados, cercanos y al mismo tiempo, ajenos. Hay algo de clandestino en su poder artesanal y reposado, en la incontestabilidad final de sus resultados.